ANÉCDOTAS

En las horas de recreo de la escuela de Talaigua, Totó, con la sonrisa atada a los labios y esa mirada coqueta que desde siempre ha estado en sus ojos, entonaba este tema a las amigas que le insistían en cantar La Violetera. Mientras lo hacía, la rodeaban bajo el sol que dejaba como recuerdo del espectáculo espesas gotas de sudor en sus uniformes de tela fresca y un eco inolvidable de esa voz que pedirían escuchar al día siguiente. Desde los ocho años, comenta Totó, se inscribía en concursos de danza y poesía en su pueblo. Todos los ganaba. Su música parte de la tradición de una población y de lo cotidiano de sus vivencias. «Yo me ponía mis abarcas, mi pollera rizada y andaba por todos los patios con las tinajas. Aprendí muchas cosas, a leñar por ejemplo.

lleva muchos años recopilando canciones de esta amplia región, en la que la cultura indígena se mezcló con la de los esclavos africanos. De joven, viajó de pueblo en pueblo investigando los distintos ritmos y bailes de la zona, y estudiando el arte de la ‘Cantadora’, la mujer cantante que ejercía como pilar de la cultura musical de un pueblo. Su música es la expresión de las vivencias de su gente establecida a lo largo y ancho del río Magdalena en su curso hacia el mar Caribe

Así como sé cocinar en una estufa de gas también sé prender la leña y cocinar como se cocina en el campo». El transitar por los caminos áridos y salados de la costa en busca de relatos y sones cadenciosos dio a la voz de Totó elementos para la creación de su ya particular estilo. Como ella misma afirma, «la música tradicional es tradición oral». Es así como aprende a hacer música, teniendo como primera fuente de vivencias y ritmos a su mamá Liba Vildés. Sixto Vildés, abuelo de Liba, tocaba la bandola.

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